Escribimos en pleno verano, cuando el calor aun era aplastante, un texto que hablaba sobre las casas de la playa, de cómo la vida en esta época, más efímera y liviana, fluye en un hogar de costa, de cómo los vecinos se relajan y practican (queremos pensar), una convivencia más amable en un entorno vacacional. Cuando nos pusimos a reflexionar sobre las casas de verano, la siguiente pregunta fue, ¿y cómo es pasar el verano en la misma casa de invierno?
Ahora que la época estival se está terminando, o eso parece, la que aquí escribe acaba de pasar un verano en Madrid, en la misma casa que el resto del año. Esta casa, del bloque de Rodrigo de Guevara, está situada en pleno centro de la capital, en el barrio de La Latina- Rastro. Esta zona de Madrid está inserta en calles estrechas con edificios antiguos, por lo que adelanto ya, la gran mayoría no disponen de piscinas o de zonas arboladas para crear ambiente veraniego. La casa (mi casa) que durante todo el invierno es fría, la casa que no tiene ventanas que cierren bien, la casa que no tiene calefacción, la casa que no tiene un termo que dure más de una ducha, de repente se convierte en una casa calurosa (aunque mucho más agradable) en verano. Si hiciera una foto a la casa de invierno, todo serían ventanas cerradas, mantas por las habitaciones, sopas, colacaos y tés, pequeñas estufas para gastar poca luz eléctrica y una luz natural más bien tenue.
Pero en verano, la misma foto con la misma escena doméstica se transforma. Al igual que no tenemos calefacción tampoco tenemos aire acondicionado, por lo que los días de mucho calor cuesta trabajo pensar cómo tres meses antes nos helábamos de frío. Ahora un ventilador decora las habitaciones y las ventanas por fin se pueden abrir. Los balcones pasan a tener sentido, ponemos sillas para desayunar en ellos y hasta la alegría veraniega nos ha hecho poner geranios. Cambiamos las sopas por gazpacho y la luz del verano inunda toda la casa. También, y como contrapunto negativo, nos inunda el ruido de la calle. Es una zona con bastante jaleo, y claro, las conversaciones en verano se alargan más y las ventanas se cierran menos. Cuando vas por las escaleras del bloque, es normal la pregunta, “¿Qué, aquí pasando el verano o es que estás de vuelta?”. Se da por hecho que hay que salir, pero para muchos el verano transcurre sin más movimiento del que esta estación da.
Al final, y aunque la playa esté lejos, el verano y sus cosas idílicas también llegan a las “casas de invierno”. Las verbenas han hecho reunir a barrios enteros y las piscinas públicas (ese espacio de ocio tan solicitado en Madrid y tan raro para foráneos), acaban siendo una buena opción para tomar el sol. El verano en Madrid tiene fama de ser tranquilo, pero lo cierto es que la ciudad sigue estando llena de vida. Todos los vecinos que pasamos agosto aquí nos miramos con complicidad e intentamos disfrutar de esta época, que también en Madrid resulta ser placentera y bonita.