Cuartos

Queremos reflexionar en este artículo sobre los procesos de mudanza, más concretamente sobre la mudanza (inicio, trama y desenlace) de tu propia habitación. Nos surge realizar este texto inspiradas por la obra de Lucía Ybarra y su proyecto ‘Remembering Home’, en el que la fotógrafa retrata casas antes y después de que vivieran sus inquilinos. Las dos que escribimos este artículo y que formamos parte de ‘Cumpleaños en el bloque’ estamos pasando casi a la vez por momentos similares. Dejamos una habitación del mismo barrio de Madrid, en la zona del Rastro, para cambiarnos no solo de casa sino de ciudad. Queremos compartir aquí cómo estamos viviendo este proceso de sacar todo de los armarios, revisar lo acumulado para luego vender, regalar o transportar de nuevo, cómo es vaciar una habitación de recuerdos y repasar mentalmente cada uno de los cambios que hiciste. Un texto que habla de cambios, tránsitos y búsqueda de identidad a través de un espacio propio.

Rodrigo de Guevara, 2. La habitación del balcón

Llegué a la que ha sido mi habitación en septiembre de 2013 con ganas de estar allí, aunque también con incertidumbre de no saber cuánto tiempo me quedaba. He habitado en esta casa durante unos años cambiantes e inestables, en los que el mañana ha sido una intriga constante. Esto, traducido a la vinculación que creas con un cuarto es muy significativo ya que el apego y los cambios han sucedido lentos. Mi mayor esfuerzo (y recompensa) fue darle a la habitación el equilibrio que a mí a veces me faltaba, así que poco a poco hice cosas como pintar el balcón de blanco, eliminar casi todos los muebles que estaban antes de que yo llegara o conseguir una cama o una mesa más grandes con recursos limitados. Tres momentos importantes fueron cuando conseguí ayuda para comprar, transportar y montar un armario (casi dos años estuve sin tenerlo), cuando llegó un compañero de piso que me regaló y luego ayudó a poner unas estanterías y cuando me encontré debajo de mi casa una de las sillas más bonitas que hayan visto las calles del Rastro. A esto, se suman todos los regalos que poco a poco fueron decorando mi habitación, como un paipay de Nicaragua o una lámina con la inicial de mi nombre, importantes por venir de personas vinculadas a mí en ese momento, lo que ayuda a contextualizar mejor el cuarto. He dejado mi habitación con la satisfacción de haber conseguido que fuera mi espacio, no un lugar de tránsito. Y ahora habita en ella una persona a la que quiero, lo que para mí es un buen epílogo como punto final para mi habitación del balcón.

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Valeria Reyes

Las edades de la mujer:
De niña a joven

Me fui de casa de mis padres en el Valenciano barrio de Benimaclet sin quitar ni un solo poster de mi cuarto. Las idas y venidas de las varias becas estudiantiles siempre eran la excusa perfecta para no repensar ese espacio que se estaba quedando cada vez más inmóvil; una especie de santuario del fervor adolescente, un espacio de niña rebelde dentro de una casa con parquet. Paredes llenas de Cheguevaras y frases de Lennon acompañaban las visitas al hogar familiar, y por un par de noches me convertía en esa adolescente rastuda que ya poco tiene que ver con la persona que soy.

En octubre de 2015, sin pensar demasiado en ello, así sin darle demasiada importancia, arranqué la primera chincheta de los afiches y postales que llevaban colgados más de una década. Casi diez años después de irme de casa de mis padres, sentí que en ese instante verdaderamente me había ido, y con ellos la niña rebelde. Una pared blanca en constante limbo es ahora el espacio donde crecí. Una habitación ahora sin definir que ya no le pertenece a nadie.

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De joven a adulta

7 habitaciones han pasado por mi durante estos últimos años, 3 de ellas en Madrid. Haciendo malabares con el precio, la cercanía al centro, con la calefacción y la luz, jugando a la lotería de los compañeros y de los caseros rateros, al final la encontré. Orientada al este para que me despertara el sol, con un balcón a mis pies para que viera crecer la rúcula, con un pequeño armario para que me obligue a ser ordenada, mi habitación de calle Mira el rio baja ha sido mi lugar feliz.

“Motivos de trabajo es una respuesta de mayor”, ha sido mi queja cuando, sin ningunas ganas de dejarla, tuve que meter mis cosas en cajas para irme a Barcelona. Ahora mismo, tan solo unas semanas después de haber llegado aquí, no tengo habitación propia, y cada vez que busco me digo “ninguna es como ella”.

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 Roser Colomar